El catedrático de Ciencia Política Joan Subirats es responsable del doctorado en Políticas Públicas del Instituto Universitario de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es especialista en temas de gobernanza, gestión pública y análisis de políticas públicas. Participa además en diversas iniciativas y propuestas de activismo destinadas a democratizar la política y la sociedad. Este investigador considera que “más que de participación hemos de hablar de coproducción política de la ciudadanía”. Recomienda incorporar a la gente en esa tarea de búsqueda de soluciones que “compete” a las Administraciones, a cada una en su ámbito, pero que “incumbe” a todas ellas y al resto de los agentes implicados, como los propios ciudadanos. “Deben participar en la solución del problema”. Así lo ha expuesto en su ponencia titulada “Competencias e incumbencias”, elegida como ‘telonera’ de la presentación de un programa piloto que experimentan en Vitoria, en el barrio de El Pilar, con el propósito de compensar las desigualdades entre la población infantil y adolescente. La iniciativa está en pleno desarrollo aunque sus coordinadores ya concluyen que para abordar este y otros asuntos, es vital trabajar de forma coordinada entre las administraciones y todos los agentes implicados y hacerlo además de forma preventiva.
Joan Subirats ha ahondado en su exposición en ambas reflexiones y para ello parte de un diagnóstico: la sociedad actual adolece de problemas que las estructuras administrativas actuales, construidas y pensadas para otra época, no son capaces de solucionar. La rigidez institucional, la burocracia, los departamentos estancos… son el Talón de Aquiles de las instituciones y obstáculos para el ciudadano que acude a ellas en busca de la rápida solución que requiere su situación. “Lo que no vale es esa palabra fantástica tan habitual en la Administración: derivar. Esto no es competencia mía así que te voy a derivar, o sea, le voy a pasar el marrón a otro. No. Se impone trabajar en red”, insiste Subirats.
Se han de admitir y asumir las interdependencias entre servicios y competencias. Para este investigador esta metodología implica tres cosas. Primero, aceptar la interdependencia. “Solos no podemos y eso no significa desprofesionalización sino que implica compartir mis capacidades profesionales con otros y salir de la zona de confort. Incluso te enriqueces profesionalmente”. En segundo lugar, Subirats advierte que estas prácticas han venido para quedarse, deben integrarse en cada proceso para no volver a abandonarlas nunca. “No es coyuntural, es estructural. Vamos a tener que seguir trabajando en red”. Y por último, según el investigador, trabajar desde estos procedimientos conlleva aceptar que no hay jerarquías.
Atender la especificidad personal
Subirats hace hincapié en la necesidad de mejorar la calidad y la capacidad de personalización de los servicios públicos. “Se debe pensar el programa desde el problema no desde las competencias. Y se debe dar más confianza a las personas que están a nivel de contacto con los problemas. El Tercer Sector sí es capaz de atender la especificidad personal”. Subirats aconseja además incorporar a la gente en esa tarea de búsqueda de soluciones. “¿Hemos de seguir hablando de participación o de coproducción política de la ciudadanía? Deben participar en la solución del problema”, ha insistido.
Para este catedrático la ciudadanía sería la relación más o menos armónica entre autonomía personal, igualdad y diversidad. Pero añade a la combinación ciertas cualidades. “Hablo de personas autónomas, empoderadas pero no inmunes a los demás, autónomas con vínculos. Trabajar sobre la base de que la autonomía personal es un valor importante pero ha de ir acompañada de construcción de lazos, deben sentir corresponsabilidad y solidaridad. La igualdad es un valor también importante pero no reducida a la igualdad de oportunidades. Hablemos de igualdad de posibilidades porque las capacidades y las posibilidades no son iguales para todos. Puede haber gente que aprovecha más los recursos que otros porque tiene más capacidad cognitiva. Y la diversidad se trata no de tolerar sino de reconocer que las personas tienen sus propias características diferenciales”.
Y dotarse de estos individuos empoderados requiere educación. “Es un elemento central. Desde ella se explica el acceso al trabajo, la mejor salud, la capacidad de adaptación, la participación política. Hay una correlación perfecta entre niveles educativos y participación”.
Más ventanas y menos oscuridad para los centros educativos
Las razones por la cuales los niveles educativos funcionan bien o mal tienen muchas variables distintas. Y en ese punto de la reflexión, Subirtas hace un alto para incidir en la diferencia entre la educación y la enseñanza. “Cuidado con confundir educación con enseñanza, la educación va de los cero a los 100 años y el gran problema que tenemos en España es la educación. Aquí tenemos entre un 55 y 55% que tiene una educación secundaria postobligatoria- los que han cursado más de la ESO- y en Finlandia es el 87%.”. Esta diferencia en más de 40 puntos explica muchas cosas para Subirats. “Cuando ves el informe PISA te das cuenta que entre los chavales que se encuentran al volver a casa con personas adultas formadas, su diferencial de éxito sube 15 puntos de golpe. El problema grave que tenemos en muchos casos es la no formación de adultos, los déficits que arrastramos en formación de adultos que no vienen de ahora sino de hace muchos años”.
Si las dificultades educativas están en el entorno, es muy importante reforzar ese entorno con actividades de ocio educativo, extraescolares que permitan compensar esas carencias. ¿Y eso lo puede hacer solo la escuela? “No”, señala Subirats. De nuevo es necesario trabajar en red entre todos los agentes implicados, institucionales, sociales y ciudadanos.
Para este investigador el gran reto es cómo educar, cómo incorporar elementos distintos de educación “que nos obligan inevitablemente a salir de nuestra zona de confort desde la escuela. En los colegios cada día que pasa hay menos ventanas para adaptarse a lo de fuera y más oscuridad. La alternativa pasa por llenar la clases de acontecimientos en los cuales es el profesor no resulte redundante; convertir las clases en acontecimientos irrepetibles pero la estructura no nos los permite, lo dificulta. Los jesuitas en Barcelona han revolucionado el tema. Juntan las aulas, han derribado las paredes, e imparten la clase tres o cuatro profesores juntos. Trabajan por grupos, repiten la estructura educativa que mejor se adapta a nuestra realidad que sería la escuela infantil, basada en trabajos por proyectos y trabajos por rincones pero cuando vas subiendo en la escala educativa, de infantil hacia delante, es cada vez peor”, relata este experto para concluir con una reclamación: que las estructuras educativas faciliten el aprendizaje.